Reconozco que uno de mis defectos es la puntualidad. Me gusta llegar siempre con unos minutos de antelación a los lugares o a las citas que tengo previstas.
Lo mismo me pasa con las persona que dependen de mí. Intento que sean puntuales, aunque para ellos tengo la manga un poco más ancha que conmigo mismo.
El sábado pasado me desplazaba desde Jaén hasta mi pueblo. Salí de Jaén con un cuarto de hora de antelación, osea que llegaría a casa a las 20:45 horas.
Cuando iba por Mancha Real, un amigo me llamó para decirme que había tenido un accidente de tráfico en Jaén. Paré el coche y le atendí lo mejor que pude, incluso le dije que estaba dispuesto a volver a la capital para estar con él, si el accidente era grave. Mi interlocutor me dijo que no era para tanto, que podía seguir el camino hacia mi domicilio. Entre unas cosas y otras me retrasé alrededor de teinta minutos.
Puse el coche en marcha, y me dirigí hacia mi pueblo. Al ver el reloj, me di cuanta que llegaría a casa más tarde de las 21 horas. Decidí llamar por teléfono para avisar que llegaría tarde. Desde Mancha Real hasta Bedmar mi compañía de teléfono no tiene cobertura. Era mucho tiempo de retraso. y en casa se preocuparían. Decidí parar en Jimena. Mi teléfono tenía cobertura, pero me era imposible ponerme en contacto con mi casa. Le pregunté a varios usuarios que había en la gasolinera por la cobertura de mi compañía, me decían que sí había, pero nada más. Como no podía ponerme en contacto con mi casa, le dije al gasolinero si tenía teléfono de monedas, me contestó que no. Yo cada vez más nervioso, pero nadie se prestó a dejarme su portátil.
"Sea lo que Dios quiera" pensé mientras me dirigía hacia mi automóvil, y me dirigía hacia Bedmar. Iba pensando que no somos solidarios. Yo veo a una persona en mi misma situación, y le dejo mi teléfono para que pueda llamar.
No culpo a nadie, la culpa quizá sea mía, pero tenemos que pensar un poco más en lo que están a nuestro alrededor. Hay más gente de la que nosotros pensamos, que puede necesitar nuestra ayuda, y nosotros vamos con un antifaz. Dándonos a los demás, saliendo de nuestro caparazón seremos más felices.
Cuando llegué a Bedmar, ya me pude poner en contacto con mi familia, estaban un poco preocupados, pero al final todo salió bien. Desde Bedmar a mi pueblo fui más tranquilo.